En individuos en buen estado de salud, todas las percepciones, movimientos, pensamientos, memorias y emociones surgen a partir de señales que fluyen a través de miles de millones de células nerviosas presentes en el cerebro, denominadas neuronas. Estas neuronas mantienen una comunicación constante mediante corrientes eléctricas que recorren sus axones, desencadenando la liberación de sustancias químicas que cruzan minúsculos espacios hacia las neuronas adyacentes. Otras células cerebrales, como los astrocitos y las microglías, se encargan de eliminar desechos y preservar la salud neuronal. No obstante, en el caso de quienes padecen la enfermedad de Alzheimer, una forma elemental de demencia, desequilibrios tóxicos dañan este funcionamiento armonioso.

Estos cambios pueden manifestarse años, incluso décadas, antes de los primeros síntomas demenciales. Los científicos focalizan su atención en dos proteínas cruciales, beta-amiloide y tau, que de alguna manera adquieren propiedades perjudiciales para el cerebro. La proteína tau anormal parece acumularse formando enredos en las neuronas con el tiempo. Por otro lado, las beta-amiloide se aglomeran en placas que progresivamente se acumulan entre las neuronas. Conforme el nivel de amiloides alcanza un punto crítico, la tau se extiende velozmente por todo el cerebro. No obstante, es plausible que las proteínas tau y beta-amiloide no sean los únicos factores influyentes en la enfermedad de Alzheimer.